Por Alberto Sánchez

Casas Embrujadas

No recuerdo bien, pero todo sucedió a fines de 1980. Pocos meses atrás, más precisamente el 9 de agosto, diario Puntal hacía su presentación en sociedad con un primer número que arrojó como tirada la friolera de 23 mil ejemplares.

Yo era el flamante jefe de noticias locales. En esa época, quien conducía cada sección se reservaba el derecho de elegir qué nota cubrir personalmente; el resto del tiempo lo ocupaba en decidir coberturas, dar el espacio pertinente a cada una y definir la agenda del día según el criterio de importancia que se definía en la mesa de redacción que se reunía apenas despuntaba la siesta.

Por esos días, se hizo fuerte el rumor de que en Banda Norte había una casa embrujada en la que sus muebles se movían frenéticamente, de repente se encendía fuego y otras cosas espeluznantes.

No resistí la tentación y pedí a Mario Mauriño, director de Puntal, que me permitiera ir hasta allí y escribir una nota sobre tamaño misterio.

Parafraseando al colega del diario El Litoral Luciano Andreychuk -hizo lo propio con una vivienda del barrio sur de la ciudad de Santa Fe- la leyenda urbana siempre revela en algún momento la presencia de una casa “maldita y embrujada”. El relato no tiene sustento científico ni datos objetivos que lo sostenga. Se figura y transfigura performativamente en el boca a boca de la gente, en la modificación tergiversada de versiones que andan vagando errantes por los conductos de la oralidad popular.

Nada de lo te relato tiene entidad de verdad. Son suposiciones y creencias recogidas, comentarios difusos que alimentan, nutren y hasta viralizan la mitología sobre la existencia de seres extraños en una casa. Lo que se dice es una nebulosa de especulaciones y conjeturas que los vivos, no los fantasmas, nos encargamos de reproducir.  

Cómo habrá sido el impacto que alcanzó la nota puntalera, que la revista Gente, por entonces el semanario más importante del país, le dedicó en 1981 una página.

“Se acabó el hechizo en la casa de Río Cuarto. Ya no se queman colchones, frazadas, casetes ni aparecen cruces de sal en el piso. Nadie sabe quien llamó al hombre que, con una antorcha, hizo cruces por todos lados y se fue diciendo que el mal se había ido de allí. Y así fue, desde aquel 7 de julio, nada volvió a suceder”, sintetizó.

En mi nota, describí inicialmente la propiedad: “el frente está sin terminar, pero va a ser un chalecito agradable y modesto. Se entra por un pasillo lateral que da a la parte vieja de la casa, situada al fondo”.

(El inmueble está ubicado en Antártida Argentina 425. Su dueño, Juan Carlos Parise, por entonces tenía 37 años, vivía con su esposa Delia, sus padres y dos hijos de corta edad. Han transcurrido más de cuarenta años e ignoro si están vivos o muertos)

La casa, de unos sesenta años de antigüedad, había sido comprada en 1969. Acoté que una de las habitaciones “está a medio terminar y es utilizada como dormitorio”. Fue precisamente ahí donde comenzaron las cosas raras: primero apareció una cruz de sal frente a lo que sería el baño nuevo, al día siguiente se quemó el respaldo de la cama y el colchón y finalmente quedaron hechas cenizas otro colchón y una frazada.

Estos sucesos aterradores ocurrían al mediodía, más exactamente a las 13.30. Y en una seguidilla de hechos inexplicables, volvieron a prenderse fuego otro colchón y sábanas.

Lo más impactante llegaría más tarde: en una ocasión vieron que salía humo desde el interior de un ropero cerrado con llave. Al abrirlo, se había quemado casi toda la ropa, pero lo peor estaba aún por venir: horas después el fuego se apoderó de la casa vieja, incendiándose la cama matrimonial de los abuelos Parise.

Toda la familia pasaba las noches en la casa de los vecinos de enfrente; sólo Juan Carlos permanecía en la vivienda para estar alerta ante cualquier movimiento o ruido.

Cuando arribé al lugar, comentó: nunca descubrí nada. Llamé al párroco de Banda Norte y al padre Estrada, de la Iglesia Catedral. Ellos vinieron, nos tranquilizaron, rezaron con nosotros, bendijeron la casa y enseguida se fueron. Pero los sustos siguieron. El martes 7 de julio fue el peor día y el último, añadió.

Por su parte, Juan Carlos explicó que se incendiaron una caja de casetes y un moisés con ropa de los chicos. Conmovidos ante tamaña desventura, los vecinos decidieron finalmente convocar a un curandero de apellido Liendo, quien al llegar sostuvo que a la casa la habían llenado de brujerías y que él la iba a curar.

Con una antorcha hizo cruces, hablaba bajito, como rezando, y al rato se fue sin cobrar. Yo no creo en estas cosas, sostenía Juan Carlos, pero desde ese día no pasó nada más. Creo que todo lo provocó alguien de afuera, conjeturó. Sin embargo, no supo explicar, de ser así, cómo lo hizo y por qué.

Al retornar al diario, totalmente alborotado, le comenté a Mauriño que había visto correrse por sí solas mesas, sillas, camas y roperos, algo inexplicable. El dire sonrió y recuerdo su frase…no creo en las brujas, pero que las hay, las hay…

Años más tarde, supe que una hija de Liendo trabajaba en Emos. Le pedí que su padre me aportara detalles de la “limpieza” hecha en la casa de Banda Norte, pero no hubo caso, choqué con un mutismo de él absoluto, terminal y definitivo.

 La puerta misteriosa

Otro caso impregnado de misterio, que ocupó en junio de 2022 un generoso espacio en el diario La Nación, fue el protagonizado por quien se identificó sólo por su nombre –Cristian- tras comprar una vivienda en nuestra ciudad, la cual poseía una habitación oculta en el exterior.

La puerta de acceso no podía divisarse a simple vista porque estaba tapada por arbustos. Tras descubrirla, mostró en TikTok el paso a paso de su investigación, por medio de la cual descubrió una gran cantidad de objetos que se almacenaban allí y hasta el nombre de la propietaria original de la vivienda. Este cuarto secreto llevó a Cristian a filmar 15 videos.

La primera grabación, como usuario @crixaliz, la hizo en el jardín con el propósito de contar con un archivo de las refacciones por realizar. En ese momento se percató que había una puerta escondida detrás de una pared y que no visualizaba bien por estar tapada con una enredadera tupida.

“Hay una pieza, no sé lo que hay. Es enorme. Me voy a armar de valor y voy a ingresar, tengo que saber porque es mi casa y debo saber lo que tiene”, sostuvo.

(Las imágenes dejan ver al joven mientras se asoma por la abertura para ver qué hay dentro del misterioso cuarto. Tras este suspenso, Cristian mostró con un paneo rápido varios estantes y cajas, aunque no se llega a observar lo que contenían.

El contenido, compartido por el usuario, se volvió viral y superó las 13.000.000 de reproducciones. Además, consignó La Nación, acumuló más de 433.000 likes y cosechó 6.000 comentarios. La mayoría de ellos, predicciones sobre qué podrían contener las cajas, y pedidos para que continuara compartiendo otros clips con esa información.

Finalmente, Cristian accedió y grabó el momento en el que ingresó a la pieza. Ya dentro, halló libros, como biblias y novelas antiguas del año 1934Además, había discos de vinilo de 1979 y papeles indescifrables.

También encontró un televisor viejo, sillas de madera y muebles sumamente deteriorados. Y por si fuera poco, comprobó que en la habitación había una segunda puerta, que al abrirla, notó que estaba pegada al living de la casa.

En otra filmación, y con la ayuda de Jessica, una de sus amigas, comenzaron a completar todo el recorrido para conocer a fondo el cuarto. En medio del trayecto se asustaron por los ruidos que escucharon y vaya a saber de dónde provenían.

Pese a ello, Cristian prosiguió su tareapero lo primero que hizo fue cerrar la puerta que daba al patio, ya que, según consignó, le daba terror que alguien ingresara. Luego, mirando el plano de la vivienda, verificó que era más grande de lo que se detalló en los documentos cuando hizo la compra.

Para ahondar aún más en el pasado de la casa, recorrió el barrio para preguntar a los vecinos toda la información que podían brindarle sobre la misma, como quienes fueron los dueños anteriores y si sucedió algo peculiar en alguna época.

Espantado, escuchó decir que “el hogar está embrujado” y que allí moraba una tal Adelina, quien sufrió graves quemaduras en un incendio. Finalmente, halló escrito en la hoja de un libro el nombre Adelina Zárate y a sus iniciales grabadas en la puerta de una habitación.

Luego, Cristian explicó al diario que el 1° de mayo se mudó a la casa. Días después un vecino le comentó que allí vivió un anciano durante seis años hasta que se radicó en las sierras. Otro, en cambio, enfatizó que en el barrio nadie lo recuerda.

En cuanto a las sensaciones que le generó su descubrimiento, Cristian expresó: “Yo siempre hacía videos para YouTube y TikTok, por lo general con poco éxito. Cuando hice lo de la puerta que encontré, estaba algo asustado, pero a la vez súper feliz porque el video se hizo muy viral. Continué subiendo historias y la gente quedó enloquecida. Ahora con tantas cosas que encontré, ya no me divierte tanto”, admitió.

En la habitación secreta había asimismo unos cuernos, una cámara de fotos antigua, un sillón destartalado, libros muy viejos… “En fin, todo era muy raro”, pero aclaró: “Ya limpié todo en ese sector, hice piso nuevo y quiero poner un taller para trabajar con madera. También vino un cura la semana pasada y mis seguidores me dicen de hacer otros rituales, como llamar a curanderos, pero no estoy tan seguro. Eso me da miedo”.

Mucho se ha dicho acerca de las casas embrujadas de Río Cuarto, como la casona llamada de las dos palmeras, sobre calle Las Heras –fue demolida- desde cuyo interior un piano, sin nadie que lo tocara, ejecutaba música por las noches.

O el hermoso chalet de Avenida Italia y Paunero, al que le atribuyeron hechos paranormales nunca comprobados, salvo cuando en pleno día una persona tomó fotos del frente, e irremediablemente las tomas salieron oscuras, como si fuese de noche.