Entrevista
“Uno también hace arte para dejar una huella, aunque sea mínima. Ese es un anhelo que tengo”
Mariano Cessano ha evolucionado en su estilo desde una acuarela muy cargada hacia una más liviana, influenciado por la pintura oriental, la técnica Sumi-e y el taoísmo. Actualmente dicta talleres de pintura para diversas edades y está desarrollando una propuesta sobre pintura meditativa
Mariano Ezequiel Cessano (40) comenzó a aproximarse al mundo de la pintura gracias a su padre, Juan Carlos, quien tenía una vasta experiencia en este rubro y le transmitió sus conocimientos en el manejo de diversos tipos de pinturas y técnicas. Sin embargo, el interés de Mariano por el arte empezó a manifestarse desde que era niño, pintando con témperas y lápices de colores.
“Empecé con la acuarela por dos motivos, por un lado, estaba incursionando en el diseño gráfico, necesitaba plasmar en papel algunos diseños y con la acuarela se volvía más fácil. Por otro porque tras largas horas pintando paredes y aberturas, la acuarela me ofrecía una forma de liberación, alivio y expresión personal. La facilidad de transportarla también fue un factor decisivo. Con una mochila donde llevar la cajita de acuarela, agua en una botella, algunos pinceles, las hojas y ya está”, dijo Cessano.
– ¿Qué significado tiene el arte en tu vida?
– El arte en mi vida ocupa un lugar sumamente importante porque significa un medio de expresión, una forma de comunicación y también lo estoy tomando como profesión. Me estoy dedicando de lleno a todo lo que tiene que ver con la enseñanza de técnicas de pintura aguada como es la acuarela. Asimismo, estoy estudiando Sumi-e, que es pintura tradicional japonesa. El arte le da sentido a mi vida y a mi existencia.
Como profesión también implica pintar mucho tiempo, seguido, tener una mirada atenta; implica observación, contemplación, que es una palabra que no se utiliza mucho menos en la sociedad en la que vivimos.
– ¿Cómo ha sido la evolución de tu estilo a lo largo del tiempo?
– En cuanto a la evolución de mi técnica fui pasando de una acuarela muy cargada, repleta de colores y objetos; me gustaba mucho pintar arquitectura más vieja de Río Cuarto como algunas casonas del boulevard. Después fui pasando al paisaje natural, caminaba mucho por el río, el lago Villa Dalcar y el Parque Sarmiento. Fui buscando la síntesis en cuanto a colores, formas, y empecé a conectar con la pintura oriental.
Tomé clases de Sumi-e con una profesora de Buenos Aires, Julieta Jitterman quien tiene varios años de trayectoria en ese tipo de pintura. Sumi-e tiene su origen en China, después entra a Japón alrededor del 100 y es adoptada por los monjes budistas Zen quienes la empiezan a perfeccionar y le dan una impronta propia, haciendo mucho hincapié en el tema de la postura, la respiración y el agarre del pincel.
Otra cosa también es el tema de los espacios vacíos. Antes hacía acuarelas muy cargadas, pesadas, y, ahora, son mucho más livianas, con espacios vacíos. En el taoísmo chino, el blanco tiene tanta significancia como lo que se pinta. Estoy incursionando en algo que, si bien tiene siglos, es totalmente novedoso para mí, también acá en la ciudad no hay mucho conocimiento de este tipo de pintura y de cómo se ejecuta.
– ¿Recordás cuál fue tu primera pintura con acuarela?
– Una de mis primeras acuarelas que recuerdo es una copa de absenta que era la bebida principal de los artistas bohemios franceses de fines de siglo XIX principios del siglo XX.
– ¿Qué esperas transmitir a través de tus pinturas?
– Me gusta transmitir lo que a mí me transmite aquello que estoy observando, las emociones que me genera. A veces no se pueden definir, ni siquiera hay palabras para algunas emociones que sentimos y eso me gusta transmitir.
– Además dictas talleres para diversas edades, ¿qué nos podés decir acerca de esta experiencia?
– Con los talleres empecé hace un par de años y puedo hacer una evaluación más que positiva. He tenido y tengo alumnos/as de varias edades y es una experiencia muy enriquecedora. Me interesa acompañar la búsqueda de cada persona de manera individual; no me interesa que haga lo mismo que yo, que pinten igual. He tenido alumnos que están más interesados en un estilo tipo anime, algo que yo no hago, pero le voy dando herramientas para que tengan una base y logren llegar a ese estilo o gente que le interesa pintar otro tipo de cosas como cacharros, flores, animales.
También estoy elaborando una propuesta sobre pintura meditativa, tengo que darle un poco más de forma, pero estoy con eso, basada en los principios de la respiración, la postura, la concentración.
– Para finalizar, ¿a dónde te gustaría que llegue tu arte?
– Hay una idea de que los artistas pintan para sí mismos. Yo no creo en eso. En algún punto todos queremos que nuestro arte llegue a alguien. A mí me gustaría que en cuanto al espacio alcance el mayor espacio posible y en cuanto al tiempo que alcance la mayor temporalidad posible.
Algo que tiene mucha gente en este ambiente, más allá de si es literatura, pintura, teatro, música, es la preocupación de la no transcendencia por la muerte. En eso hay que ser sincero, uno también hace arte para dejar una huella, aunque sea mínima. Ese es un anhelo que tengo.
A la vez quiero que llegue a las personas que lo necesitan. En ocasiones ver una pintura genera un estado anímico que no lo genera otras cosas, una conmoción que es necesaria en este mundo tan efímero, veloz, superficial, descartable.
Para agregar también hace un tiempo empecé a pintar esculturas y panteones en los cementerios que me llamó mucha la atención.