Por Alberto Sánchez

Cuarteteando

Acabo de ver en la tele imágenes de La Konga captadas en un enorme teatro de Madrid, repleto de gente bailando cuarteto con el mismo frenesí que se vive un sábado en el Sargento Cabral de Córdoba.

Es risueño: la mayoría de quienes están presenciando el recital de la banda cuartetera son españoles, que cantan como españoles ‘Ya no vuelvas’, ‘Fama de diabla’, ‘Latidos’ y otros hits.

Cuando salís de la provincia y te escuchan hablar, la tonada te deja al descubierto. No importa dónde estés, de inmediato te identifican. Y si son porteños, enseguida dicen un par de pavadas queriendo imitarte, lo cual es patético porque jamás lo logran y suenan ridículos.

Pero ¿qué es el cuarteto? En los últimos años, con muy buen tino, ha habido unanimidad en considerarlo el folklore cordobés. El cuarteto es un género nacido en la provincia. Primero fue casi de entrecasa, con La Leo; tuvo su boom de la mano de la Mona Jiménez y Rodrigo Bueno y finalmente alcanzó al resto del país, convirtiéndose en un ritmo popular y típico de las fiestas argentinas.

Cuentan que sus orígenes se remiten a 1943 y a un concierto en el auditorio de LV3. Un ritmo familiar, propio de inmigrantes españoles y piamonteses, con acordes del pasodoble y la tarantela, pero más alegre. El 4 de junio de ese año se produjo el debut del Cuarteto Característico Leo, integrado por un padre y su joven hija, Augusto y Leonor Marzano.

En esos comienzos fue asociado casi exclusivamente a la clase baja y sectores marginales, siendo despreciado por las clases media y alta. Sin embargo, en los años ‘90 el cuarteto logró una mayor difusión, arrancando así el proceso de aceptación por parte de todos los sectores de la sociedad, una transformación de la opinión pública que se ha consolidado en el tiempo.

Tras recorrer un largo camino, el 4 de julio de 2013, el Concejo Deliberante de Córdoba lo declaró Patrimonio Cultural Inmaterial -Ordenanza 12205- impulsada por la Secretaría de Cultura. Y el 20 de noviembre del mismo año la declaración se extendió a la provincia, según ley 10174

Los entendidos lo definen así: “por su hibridación es complejo delimitar los aportes de esta música popular, aunque hay acuerdo en la influencia de géneros tropicales de Sudamérica, como de la gaita zuliana, el jalaíto y el paseo, de raigambre afro”.

En los inicios, era escuchado y especialmente propalado en los bailes de clubes de pueblo de las zonas rurales, interpretado por orquestas de cuatro músicos (de ahí la denominación, que se hizo extensiva al género) que tocaban piano, acordeón, contrabajo y violín, animando las fiestas en las que el público bailaba en patios de tierra a los que se regaba de a ratos para no levantar polvareda.

Marzano (además actuaba en la Orquesta Característica Los Bohemios) formó La Leo, llamada así en honor a su hija Leonor, integrada por él mismo en contrabajo, Fernando Achával como primera voz, al poco tiempo sucedido por José Sosa Mendieta; Miguel Gelfo en acordeón; Luis Cabero en violín y la propia Leonor Marzano como pianista.

Ella fue la que ideó la esencia de este estilo al darle prioridad a la marcación rítmica con su mano izquierda (lo que se llamó popularmente tunga tunga) y acentuar el primer tiempo en lugar del segundo (subrayó el «tun» y suavizó el «ga»), con un ritmo de 2 por 2.

Tras su debut en los estudios de Radio Córdoba, el grupo cuartetero inició una prolongada gira por toda la provincia y Santa Fe. En 1953 grabó su primer álbum y tres años más adelante se presentó en El Negrito, una pista ubicada en la periferia cordobesa, logrando un éxito resonante que marcó un derrotero barrial inagotable.

En la década del ’60 se sumó la figura que le imprimió un sello distintivo: el cantante Carlitos “Pueblo” Rolán. Y en 1968 se incorporó, con sólo 19 años, Eduardo Gelfo, hijo de Miguel y Leonor. Por entonces, el cuarteto ya había tomado por asalto el centro de la docta.  

Sin embargo, La Leo sufriría en 1971 una baja tremenda: Rolán decidió seguir su carrera como solista, innovando con piano eléctrico y bajo en lugar del piano y  contrabajo. Con 50 años de actuación, Carlitos “Pueblo” ha sido una figura fundamental en el folklore cordobés y su tema El turco Abdón alcanzó un éxito increíble.

La Mona y Rodrigo

El 1 de julio de 1967 debutó otro grupo que hizo historia: el Cuarteto Berna, formado por Bernardo Bevilacqua (piano), Daniel Franco (acordeón), Dante Franco (guitarra), Horacio Luna (violín) y Carlos “La Mona” Jiménez, en voz.

El primer álbum salió a la venta en 1969: Con ritmo de guarason. La Mona llegó a grabar seis álbumes con el grupo antes de dejarlo y armar el Cuarteto de Oro, junto a Coquito Ramaló, en 1972, siendo uno de sus primeros discos La gaita del lobizón.

Sus canciones no terminaban de encajar en el público e iban del fracaso rotundo (Pónganle la cadenita) a la consagración plena (Cortate el pelo cabezón, que vendió casi 200 mil unidades). De todos modos, el Cuarteto de Oro trabajó muchísimo, llegando a grabar nada menos que veintiséis álbumes.

La Mona, casi una década después, se lanzó como solista. Aún continúa cantando y es  ídolo indiscutible. En 1984 lanzó su primer trabajo, Para toda América, que incluía la canción “La flaca Marta” que fue todo un suceso.

Lo que vendría sería una consecución tras otra y las actuaciones se expandieron por toda la Argentina, destacándose los recitales, por ejemplo, en cancha de Atlanta, donde estrenó “¿Quién se ha tomado todo el vino?”, tema que sigue pidiendo el público en cada una de sus actuaciones; el mítico Luna Park y la discoteca Cemento.

Llagaron los 90 e irrumpiría un cuartetero que de arranque ganó el aplauso de los argentinos: Rodrigo Bueno. En 1996 presentó Lo mejor del amor, trabajo por el cual recibió el premio ACE, pero su despegue definitivo fue con Cuarteteando, grabado en Córdoba.

Su último disco, A2000, se posicionó como número 1 en el país, calificado con 4/5 estrellas y 240 mil ventas certificadas por CAPIF. Aunque, a no dudar, las placas que lo catapultaron a la fama fueron Soy Córdobés y La mano de Dios.

Pienso y opino: Rodrigo, como Carlos Gardel, murieron trágicamente en el esplendor de sus carreras. Por eso son amados, admirados con exaltación y liberados de cualquier cuestionamiento.

Transitamos 2024 y el cuarteto sigue más vigente que nunca porque pudo atravesar todas las capas sociales. Es común que en las previas de los countries más exclusivos, los chicos hacen uso y abuso de las canciones cuarteteras para divertirse.

Hoy conviven todos los géneros: tradicional, moderno y merentero, igual que sus figuras, glorias viejas -muchas ya fallecidas- y las de estos tiempos: Trulalá, Ulises Bueno, Cachumba, Damián Córdoba, Chébere, Jean Carlos, La Konga, la Mona, Gary, Heraldo Bossio, Pocho La Pantera y Banda XXI, por citar algunos nombres.  

Los tradicionales siguen aferrados al contrabajo, piano, violín y acordeón. Los renovadores han sumado hasta 15 músicos que arremeten con instrumentos de percusión, viento y cuerdas. Ya nadie se asombra de ver arriba del escenario congas, baterías guiros, timbales, trompetas, trombones, guitarras eléctricas, etc.

Los conciertos siguen prefiriendo el Monumental Sargento CabralEstadio del Centro, La Morocha, Súper Deportivo, todos en Córdoba capital y por supuesto, el Coloso de Banda Norte.

Actualmente, se está trabajando en la creación del Instituto Nacional del Cuarteto, por un lado, y por otro, la postulación del género ante la UNESCO, para ser declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Como contrapartida, la dictadura encabezada por Jorge Rafael Videla, entre otras terribles locuras, calificó de ´chabacano´ y ´grasa´ al cuarteto, ordenando retirar de las disquerías cuanto disco anduviera dando vueltas por ahí.

Ese cuarteto, bailado por abuelos y nonos en bailes pueblerinos y luego en clubes cordobeses y que un día llegó al mismísimo Teatro Colón, demostró que si determinada música es emblema de un pueblo, nada ni nadie podrá borrarlo. Y hoy disfruta pleno de salud sus 80 años.

Quizás por eso vienen a mi memoria memorables bailes cuarteteros que gocé en el inolvidable salón El Amancay de Alpa Corral. ¡Decir una fiesta es poco.!