Por Alberto Sánchez

El almirante controvertido

Cristóbal Colón es uno de esos personajes de la historia que no pasan desapercibidos. Mucho tiene que ver el saldo contradictorio de sus expediciones al Nuevo Mundo.

Días atrás, mientras finalizaba la conmemoración 2025 del Descubrimiento de América – sólo valorado por ser un feriado largo- resulta extraño que aún no se conozcan detalles básicos de la vida del almirante y no haya certezas del sepelio.

El historiador español Juan Manzano durante 20 años estudió su historia, llegando a esta conclusión: “hay muchos aspectos oscuros sobre Colón, además de publicarse muchas tonterías”, puntualiza, aunque sin aclarar cuáles son.

Manzano sólo se atreve a poner las manos en el fuego con un dato: “nació en Génova. El resto, es un cúmulo de subjetividades y sospechas. Y si hay algo que se conoce con seguridad, por documentos auténticos de los Reyes Católicos, es su condición de extranjero”, subraya.

Y acota, Cristóforo era el mayor de cinco hermanos y para nada afecto al trabajo mercantil de su padre, por el contrario, desde los 14 años se sintió atrapado por la navegación.

A su vez, el astrónomo sevillano José Luis Comellas entiende que para llegar a América Colón y su tripulación “tuvieron la suerte de que el anticiclón de las Azores se mantuviera en la posición de verano, aunque ya había entrado el otoño. Aquel primer viaje, opina, fue un auténtico crucero de placer: no hubo ninguna tormenta importante, tuvieron un clima delicioso y sobraban los alimentos en el almacén”.

Manzano expuso en 1976 una hipótesis por la cual sostenía que el marino tenía conocimiento previo de que “a 750 leguas al oeste de la isla del Hierro encontraría tierra. Esto explicaría la colaboración a última hora de los Reyes Católicos para que pudiese hacer realidad su sueño.”

Sin embargo, el profesor de la Escuela Naval de Cádiz, Luis Coín, dice que “sólo un mapa del Nuevo Mundo, en posesión del navegante, justifica el éxito de la expedición ya que fueron muchos los errores técnicos vertidos en su diario de navegación”.

Una de las peripecias más curiosas que recogen como auténtica algunos historiadores, es su arribo a tierras portuguesas en 1476, subido en una tabla después de haber sobrevivido a un combate acaecido frente al cabo San Vicente.

Comellas se sorprende de que el navegante hablara tan correctamente el castellano y pregunta con sorna “el náufrago que llegó a las costas portuguesas ¿era el de Génova o un Cristóbal Colón nacido en España?”

Pero ¿quién era en realidad este personaje? Comellas lo identifica como “muy contradictorio” y lo define así: “por un lado, se trata de un científico, por otro un soñador e incluso, un comerciante que quiere enriquecerse en América”.

En ese sentido, advierte: “engaña al más pintado, aquellas tierras son riquísimas pero los indios son tan pobres que andan desnudos por la calle”.

Si Cristóforo resucitara, no se reconocería en muchas de las tesis y antítesis escritas a lo largo de más de quinientos años. Y hoy seguimos sin saber quién era en realidad el hombre que hizo posible el “descubrimiento” americano.

Ni siquiera se lo conoce físicamente pues los retratos de él son posteriores a su muerte. Resulta curioso que la única persona importante retratada en vida fue la reina Isabel, principal sostén del almirante, aunque tras el tercer viaje lo destituyó como gobernador de La Española e incluso Colón retornó a España detenido como un vulgar delincuente, otro misterio.

En la Madre Patria se afirma que “él sabía muy bien adónde iba con sus carabelas, cómo llegar sin problemas y no era un loco ni un visionario. Alguien le había facilitado una información muy valiosa, la existencia de tierra a 750 leguas de las Canarias, en Santo Domingo.”

Para Manzano, Colón “no sospechaba ni por asomo de la existencia del Océano Pacífico. Estaba convencido, iba a hallar la tierra que le habían dicho y por eso mismo, los Reyes Católicos firmaron las capitulaciones de Santa Fe.”

Este catedrático hace hincapié en la recomendación del navegante de no mover las naves durante la noche una vez que se hubieses cubierto las 750 leguas. “Tenía miedo, comenta, a chocar con algunas de las islas de las Once Mil Vírgenes próximas a Santo Domingo”.

El almirante no fue el primero en pisar suelo americano, lo constatan algunos historiadores en la referencia que el propio Colón hace sobre la aparición de dos indias blancas, cuando el resto de la población mostraba piel cobriza. No hay que olvidar que mucho tiempo antes los vikingos habían hecho de las suyas en América.

La científica Consuelo Varela alerta: “Colón no fue un santo ni un demonio. Hombre de su época, lleno de defectos y virtudes, fue un soñador que creyó en su visión y en la misión que el Altísimo le había confiado”.

No es fácil dibujar el perfil humano de un personaje plagado de enigmas que él mismo alimentó con sus errores y contradicciones. Ahora bien, ¿fueron quizás premeditados? Luis Coín y otros estudiosos colombinos manifiestan que ha sido un recurso empleado ex profeso para confundir a los portugueses, interesados también en la conquista de dichas tierras.

El lugar donde se hallan los restos del almirante se trata de otro misterio a propósito del V Centenario. Se sabe que Colón murió el 20 de mayo de 1506 en Valladolid, después de volver enfermo de su cuarto viaje a América y que fue sepultado en esa ciudad castellana.

Pero en 1509, su hijo mandó trasladar sus restos a Sevilla. Hay quienes consideran que después los habrían llevado a Santo Domingo y finalmente a Cuba. “Lo que debería hacerse es juntar los restos existentes en Santo Domingo, Sevilla y La Habana y reducirlos a cenizas”, sugiere Manzano.

Lo que jamás recopiló y obviamente no aclara la historia española es que los marineros de Colón, en todos sus viajes, provocaron un sinnúmero de violaciones. Mujeres semidesnudas fueron objeto de una violencia sexual sin límites. Aborígenes que, inevitablemente, además vomitaban al ser violadas por el asco provocado por una tripulación asquerosamente sucia, maloliente y plagada de enfermedades venéreas.

Al margen, estatuas del almirante ocupan cientos de plazas y paseos públicos en la Argentina y el resto de América. Su figura, siempre controversial, se mantiene intacta y los chicos del primario continúan aprendiendo que la carabela capitana se llamaba Santa María y las dos restantes, La Niña y La Pinta. Y que Colón, pese a todo, fue quien descubrió América.