Por Alberto Sánchez
Entre marcas y señales
Entre el 4 y 8 de septiembre, en la Sociedad Rural de Río Cuarto, se desarrollará la edición n° 90 de la exposición que, a juzgar por lo que adelantó la entidad, será una de las más importantes de su historia.
Al menos un millar de expositores confirmaron su presencia en esta muestra que todos los años es visitada por unas cien mil personas y se considera, dicen los entendidos, como la más relevante del país después de la Exposición de Palermo.
Comercio, industria, artesanos y, claro está, lo mejor de la producción agropecuaria se darán cita en el enorme predio ruralista. Los hombres del campo, provenientes de una amplia región y varias provincias, expondrán sus galas y seguramente las subastas registrarán excelentes promedios de ventas.
Hablando de hacienda, y buscando información sobre las marcas y señales del ganado, hallé una interesante descripción realizada por Gustavo Vittori, director de diario El Litoral que paso a compartir con ustedes.
Inicialmente alude a la acción de marcar territorio. “Nos detenemos, dice, en un tipo de marca concreta, la creada para acusar la pertenencia de ganados a determinados propietarios, recurso figurativo, valga enfatizarlo, imaginado para evitar conflictos con derivaciones violentas, y para preservar a los animales de cruzas indeseadas”.
“Es, en suma, una afirmación de identidad, producto de la racionalidad al servicio de la producción pecuaria, desde la más elemental – pastoreo de animales en antiguos espacios comunes- a los más evolucionados sistemas de identificación y trazabilidad de rodeos genéticamente mejorados en establecimientos cercados, propios de la modernidad”, añade.
La milenaria práctica de la yerra llegó a América con los españoles que trajeron ganado al Virreinato de la Nueva España, erigido en tierras del precedente imperio azteca.
Según Vittori, “se cree que fue el conquistador Hernán Cortés quien en las primeras décadas del siglo XVI introdujo los hierros de marcaje y que suya fue la primera marca que se usó sobre ganado en nuestro continente. ¿El diseño? Tres cruces latinas. Su consecuencia: la creación ordenadora de registros de marcas en los archivos capitulares, procedimiento útil para evitar o, en su caso, resolver, los conflictos de propiedad ganadera que pudieran suscitarse.”
Particularmente, Santa Fe fue pionera en el uso de herramientas de identificación animal. En tal sentido, el historiador y periodista Agustín Zapata Gollán, fallecido en 1986, escribió un artículo titulado «Marcas en Santa Fe la Vieja», donde puntualiza: «los capitanes que con Juan de Garay vinieron en la expedición fundadora trajeron, sin duda, los caballos marcados desde Asunción. Lo mismo vendría marcada la hacienda que después de la fundación de Santa Fe se trajo desde el Paraguay y de Tucumán”.
Y agregó que “la primera yerra en el Río de la Plata, donde se inicia la explotación ganadera, fue en Santa Fe, según la hoja conservada en el Archivo Histórico de la Provincia, donde se han dibujado, antes de la fundación de Buenos Aires, las primeras marcas y se ha inscripto, junto a cada una de ellas, el nombre de sus propietarios con lo cual podemos considerarlo el primer registro de marcas del país».
Establecida la significación de las marcas de ganado en los albores de la provincia vecina, Vittori describe: “vamos a ceñirnos a dos hierros de admirables diseños asociados con dos hechos trascendentes: la mudanza de Santa Fe (de Cayastá al sitio actual, en el siglo XVII) y un símbolo identitario de la reducción de grupos mocovíes en el pueblo jesuítico de San Francisco Javier, levantado al noreste” de dicha ciudad.
“El primero de estos hierros, continúa, es una obra de arte de síntesis expresiva, manifestación creativa que ha vencido el paso del tiempo e invita a preguntarnos quién pudo haber sido el autor anónimo -en una vecindad signada por el analfabetismo- de tal sutileza marcaria, de semejante estilización icónica que anticipó en siglos a los mejores diseños modernos”.
La marca en cuestión fue adoptada por el Cabildo el 18 de febrero de 1654. El auto dictado refiere “a la vaquería autorizada para ayudar a la mudanza (de la ciudad), que estaba en desarrollo. Y resuelve que los caballos dispuestos para ese fin se reúnan para su custodia en el Rincón de Antón Martín (hoy San José del Rincón). A la vez, se encomienda al regidor Jerónimo de Rivarola la yerra de los mismos con la marca que se consigna en el margen del acta”. (ver ilustración adjunta).
“La otra marca, indica Vittori, fue realizada en el pueblo de San Francisco Xavier. Así lo manifiesta el diseño del tiempo de Florián Paucke S.J., rescatado en su libro Hacia allá y para acá, escrito en un monasterio suizo luego de la expulsión de la compañía ignaciana de los reinos de España, decretada en 1767 por Carlos III”.
El cura manifiesta en un tramo de su obra, referido a la incorporación de jóvenes indígenas: «Compré en Santa Fe las herramientas de una antigua cerrajería con yunque, martillos, limas y semejantes. Sin fuelle, que yo fabriqué con mis indios, comencé a forjar con tres muchachos que eran ya fuertes y llegué a tanto que ellos volvieron a templar y acerar todas las azadas de las cuales ya había saltado el acero; también hicieron de nuevo los hierros con los cuales solíamos marcar el ganado…».
Luego explica que llevaba con frecuencia al colegio a muchachos mocovíes. Uno de ellos estaba metido siempre en la herrería por curiosidad; él viendo entonces que el herrero, un negro y arpista (que) en el Colegio construía azadas completamente nuevas, puso buena atención… Él me pidió también construirse un hierro para marcar sus caballos propios… ensayó tanto hasta que arregló un hierro bien formado”
Al respecto, subraya, “cuando hacía falta una nueva marca de fuego, fabricaba todas. Para la marcación de todo el ganado de asta que consistía en 24 mil; de caballos, en tres mil; de las yeguas especiales para crianza de mulas, en 1300; de mulares, en 400; de la crianza de burros, en 182 piezas y yo necesitaba diez y ocho marcas de fuego”.
Sobre el particular, advierte que “muchas se echaban a perder en una marcación y llegaban a ser inútiles para el año siguiente a causa del fuego constante en el cual durante un mes debían marcar, pues cuando comienza la marcación los hierros deben quedar todo el día en el fuego para que mediante un apretar impriman la marca. Los hierros del pueblo tenían este ‘antedibujado’ nombre del Santo Xavier y así era marcado cada animal de propiedad de la comuna del pueblo».
Y concluye, “por palabra del maestro (que vivió con mocovíes entre 1749 y 1767), sabemos que un joven indio artesano del hierro fue el encargado de construir la marca, seguramente asesorado, ya que el equilibrio de la composición en el imaginativo entrelazamiento de la S y la X, sugiere una mentalidad europea formateada por siglos de lenguaje simbólico y de geometría aplicada a lo visual”.
En suma, dos bellísimos diseños marcarios aplicados a la embrionaria organización de las estancias y al rústico y cotidiano manejo de los ganados en campos sin alambrados. Marcas a fuego de la historia sobre la piel antigua de la hermana provincia de Santa Fe.
La tradición de la yerra
Volvamos a Zapata Gollán, porque él fue quien recolectó y exhibió una vasta documentación que probaba que la primera hierra de ganado, consistente en la marcación, el descorne y el corte en las orejas con forma y/o ubicación distinta según las preferencias del propietario, luego de inmovilizarlo a través del «volteo a la uña» preferido por los paisanos en aquellos tiempos, o simplemente a tiro de lazo, se había realizado -siguiendo una vieja tradición española un 24 de junio en Santa Fe la Vieja, sobre la barranca occidental del riacho «de los Quiloazas», hoy río San Javier.
«Mientras arden los jogones/ y pa’ orgullo e’ nuestra tierra/ caen gauchos a montones/ priparaos para la yerra»… referencian los payadores.
En 1973, con el afán de rememorar las faenas rurales en tiempos de la colonización, Zapata Gollán y Bernardo Eugenio Alemán, historiador costumbrista, invitaron a un grupo de amigos de reconocido gusto por «la campereada», a que los acompañaran a constituir la Asociación Conmemorativa de la Primera Yerra, institución tradicionalista.
Anualmente, celebra dos festivales: en junio, la Fiesta Provincial de la Yerra, con una amplia variedad de competencias de destreza criolla, como pruebas de rienda, paleteadas, carreras de sortija, pialadas puerta afuera y jineteadas, acompañado por costillares a la llama y el tradicional asado con cuero.
Y cada 15 de noviembre, coincidiendo con el aniversario de la fundación de Santa Fe, la Fiesta de la Doma, que clasifica para el Festival de Jesús María.