Por Alberto Sánchez

La cibercondría

Estamos sumergidos en un mar informativo que desborda las redes y nos hemos ido acostumbrando a buscar por nosotros mismos todo lo que queremos saber sobre cualquier tipo de enfermedad. Unos, por muy poco; los otros, por exceso.

Entonces pregunto: ¿es bueno que quienes somos ignorantes leamos en estas bibliotecas móviles todo lo referido a la enfermedad real o supuesta que padecemos?

Ignoro si en estos tiempos ultra tecnológicos aumentó el número de enfermos de hipocondría o cibercondría, como ahora han bautizado los médicos a esta sobredosis informativa.

La colega Silvia Pardo, de Infobae, señala que investigaciones recientes han demostrado que la hipocondría es una enfermedad tan real como la depresión y el trastorno de estrés postraumático.

En este trance, el miedo y la preocupación se centran en considerar las sensaciones físicas incómodas o inusuales como una señal de una afección grave.

“Si tiene cefalea, dolor de cabeza, cree que tiene un tumor. Tiene un pequeño lunar y enseguida cree que es cáncer y así sucesivamente”, grafica el reconocido médico Daniel López Rosetti, profesor de la Facultad de Medicina de la UBA y presidente de la Sección de Estrés de la World Federation for Mental Health (WFMH).

Y añade que el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría ha actualizado su enfoque hacia la hipocondría, eliminándola como diagnóstico independiente y reemplazándola por el trastorno de ansiedad por enfermedad.

La repregunta, entonces, es: ¿cuándo se tiene hipocondría o trastorno de ansiedad por enfermedad? Alexis Alderete, licenciado en Psicología, especialista en Trastornos de Ansiedad y Entrenamiento en Habilidades, sostiene que es cuando el paciente sufre una preocupación excesiva y perdurable por padecer una “enfermedad grave”, y esta creencia se mantiene firme a pesar de que la evidencia médica que ha ido recopilando señala lo contrario.

A su vez, el psiquiatra Brian Fallon recuerda que su colega inglés del siglo XIX, Henry Maudsley, afirmaba que “el dolor que no tiene salida en lágrimas puede hacer llorar a otros órganos”.

El investigador Fallon advierte que hay dos síntomas, uno es el trastorno de ansiedad por enfermedad, causante de miedo y alarma excesivos. Y el otro, el somático: la persona acusa síntomas reales, con ritmo cardíaco acelerado o la presión arterial alta.

Ambas descripciones se refieren a síntomas verdaderos, como pensamientos y comportamientos inusuales relacionados con las preocupaciones médicas del individuo. Según Fallon, el 20 o 25 por ciento de casos de hipocondría son trastornos de ansiedad por enfermedad, y el resto, trastornos de síntomas somáticos.

Para Alderete, “lo que mantiene la ansiedad son varios factores, como la mala interpretación de los síntomas; la atención selectiva de forma constante a estos mismos y no a otros; la firme creencia que dichos malestares se deben al padecimiento de una enfermedad grave y un comportamiento de constante comprobación por diferentes medios”.

Y lo ejemplifica: “La búsqueda en internet de lo que está padeciendo; visitar a distintos médicos para que le confirmen lo que realmente cree y descartar a aquellos profesionales que van en contra de su creencia”.

“Hay un aumento en la ansiedad debido a que conlleva a un estrés crónico y a un agotamiento físico, afectando su concentración, desempeño laboral o académico y la calidad de sueño”, sintetiza Alderete.

Finalmente, el círculo de amistades y relaciones interpersonales se ven deterioradas “porque hay una constante queja sobre su padecimiento, volviéndose monotemática, lo que lleva a conflictos y que se sienta incomprendido”, dice.

La cibercondría al acecho

Una nueva característica de la hipocondría ha llamado la atención de los investigadores: la cibercondría, en la que los individuos pasan una cantidad excesiva de tiempo en la web investigando las enfermedades que creen que pueden sufrir.

Según Enrique De Rosa Alabaster, médico psiquiatra y neurólogo, a la clásica hipocondría o ansiedad referida a la salud, hay que agregar los autodiagnósticos “que se hacen inclusive hoy con sistemas de inteligencia artificial, como Google Lens, o usando los ahora habituales GPT-3 y 4”.

“A medida que aumentan las consultas en internet sobre los síntomas, añade, crece la desconfianza hacia los diagnósticos médicos profesionales, lo que motiva a buscar más información y consultas médicas sin lograr calmarse”.

En algunos casos, puede llevar a la persona a la realización de exámenes innecesarios y paradójicamente, debido al temor, optar por evitar la visita médica para no “confirmar” el diagnóstico alarmante que encontró en internet. De esta manera, pone en riesgo su salud y retrasa la oportunidad de recibir atención profesional.

Según un estudio sueco publicado por JAMA Psychiatry, quienes padecen hipocondría tienen mayor riesgo de mortalidad. Los investigadores recopilaron datos entre 1997 y 2020 de 45.000 pacientes, de los que 4.129 sufrían este trastorno.

Cada persona diagnosticada con hipocondría fue emparejada con otras 10 del mismo sexo, año de nacimiento y zona de residencia, pero que no tenían la enfermedad. A lo largo del periodo de la investigación, murieron 268 personas con hipocondría y 1.761 sin ella, lo que se traduce en que la tasa de mortalidad del primer grupo es mayor: 8,5 y 5,5 muertes por 1.000 personas al año, respectivamente.

Sobre las causas no naturales, la mayoría de muertes se atribuyeron al suicidio, con un riesgo cuatro veces mayor debido a la depresión y ansiedad.

 ¿Cómo se trata la enfermedad?

“Existe un abordaje terapéutico que es la psicoterapia, pero hay una amplia gama de opciones: psicología conductista, o sea, cognitivo, comportamental o alguna otra forma de abordaje terapéutico psicológico”, puntualiza López Rosetti y agrega: “En casos específicos se pueden indicar fármacos, como ansiolíticos o antidepresivos. En dosis adecuadas, el tratamiento puede ser muy efectivo”.

Para Alderete, el tratamiento está centrado en que la persona pueda reducir la ansiedad que atraviesa y los síntomas que se autoprovoca a través del cambio en sus creencias y sus hábitos de verificación.

Y recomienda “acudir a un psicólogo especialista en terapia cognitivo conductual, para poder identificar y modificar sus pensamientos sobre su salud, reduciendo los comportamientos de verificación tanto en su cuerpo como en internet o en las distintas visitas médicas. En las primeras fases del tratamiento se ayuda a los pacientes a ver que puede haber una explicación alternativa para los problemas que están experimentando”.

El psicólogo también sugiere aplicar técnicas de mindfulness: “Ayuda a la persona a poder enfocarse en otros signos que está atravesando y poder vivir con plenitud cada momento de su vida. Y que la enfermedad no acapare su cotidianidad, además de incorporar ejercicios de respiración para reducir los síntomas físicos y emocionales”.

Y completa: “Un buen psicólogo no solo acompaña al paciente hacia una vida más tranquila, porque más allá de descartar enfermedades físicas, el verdadero aprendizaje está en que comprenda cómo opera su ansiedad”.

Por su parte, el doctor De Rosa Alabaster subraya que “la hipocondría es uno de los cuadros en donde podemos ver más claramente cómo las variables culturales y sociales influyen en nuestro bienestar o malestar. Tenemos los medios, y la posibilidad de información, pero más no siempre es mejor”.

“Un paso, puntualiza, es entender que no hay verdades absolutas que calmen de manera definitiva nuestra ansiedad. Y otro, es confiar en los profesionales, siendo pacientes que no desesperen ante la necesidad de poseer toda la información nosotros mismos”.

Finalmente, para quienes deseen buscar información médica online es esencial consultar fuentes confiables, como las instituciones médicas reconocidas. Internet puede brindar información, pero no reemplaza la atención médica.