Columna de Lautaro Irastorza
La importancia de respetar los ritmos biológicos en la ingesta de alimentos

En la columna de hoy hablaré un poco sobre la crononutrición, un principio que resalta la importancia de comer durante las horas del día para evitar enfermedades y reducir los síntomas de inflamación tan comunes en la actualidad.

¿Qué es la crononutrición? Como decía anteriormente, se trata de un principio o ciencia que plantea que el cuerpo humano no procesa los alimentos de la misma manera a lo largo del día, ya que esto está directamente vinculado a los ritmos circadianos (reloj biológico que tiene nuestro cuerpo).

Como la mayoría de los animales, somos diurnos, es decir, funcionamos mejor y nuestro cuerpo es más eficiente en la digestión durante el día, mientras que, por la noche, se prepara para el descanso y, por ende, disminuye su capacidad para procesar los alimentos. Por la mañana la tolerancia a los carbohidratos es mayor debido a los niveles elevados de insulina, en cambio, por la noche, se empieza a secretar la melatonina que prepara el cuerpo para el descanso.

¿Cómo aplicar la crononutrición a nuestra rutina? ¿qué es lo ideal hoy que se habla tanto del ayuno? En realidad, aunque lo más recomendable sería cenar temprano como lo hacen en muchos países de Europa (idealmente entre las 19:30 y 20:00 horas), para muchas personas esto es imposible debido a sus ritmos laborales.

Lo que propongo es comenzar el día con un desayuno completo que incluya fruta y, principalmente, proteína. Acostumbrarnos a incorporar, por ejemplo, huevos (en forma de pancakes, omelette, revueltos). En el caso de aquellos que lo toleran, incluir también lácteos.

En el almuerzo, más allá de la cuota de proteínas animales (carne, pescado, huevos), añadir vegetales y, aquellas personas que son físicamente activas, agregar carbohidratos de buena calidad como papa, batata, choclo, arroz o legumbres (lentejas, arvejas). Después, más procesados, encontramos todos aquellos derivados de los cereales.

Por la tarde hay quienes hacen alguna colación. En cuanto a la cena, lo ideal es que sea liviana, optando por verduras cocidas, carnes blancas como el pescado, preparaciones a base de huevo como una tortilla o un omelette. Evitar cenas tardías y comidas copiosas para despertarnos al día siguiente con apetito, sin sensación de hinchazón y tener que recurrir al ayuno. 

Respetar los ritmos naturales que tiene nuestro cuerpo para procesar los alimentos no solo mejora la digestión, sino que también previene la aparición de diabetes (al mantener equilibrada la secreción de insulina), disminuye el colesterol malo (en los análisis aparece como LDL), mejora la presión arterial y ayuda a evitar patologías gástricas como la distensión abdominal y el colon irritable.