Escribe Prof. Juan Carlos Diaz
La profundidad de la mirada

Hay obras de arte que solo la razón puede describir, y, hay otros procesos creativos que únicamente pueden ser abordados en profundidad a través de los sentimientos. Este es el hondo significado que encuentra Agustina que intimida, apabulla, emotiva, los sentimientos de los espectadores.

Siempre hay diversas asociaciones por descubrir en las miradas y, por este motivo, es muy difícil puntualizar el alcance que tienen. Agustina desarrolló una ternura muy particular para narrar visualmente los rostros que elige, es un estilo muy de ella; los describe con tonalidades fuertes y texturas profundas. Las palabras no son necesarias para descubrir lo que esta artista manifiesta a través de sus diseños; su intención es desequilibrar el alma de los que observan.

Hay miradas que incomodan, hay otras que logran desatar la sensibilidad; también expresa la timidez de un rostro casual, esta creativa logra un lenguaje particular, demostrativo de las profundidades del alma. Creo entender que hay una prolongación de sus emotividades a través de un pincel agudo y penetrante, siempre describiendo algo más de lo que se observa.

Agustina encuentra una multiplicidad de caminos o puntos indefinidos que va construyendo apasionadamente, puede haber ideas previas o no, pero ella siempre elige fluir, dejarse llevar por una pincelada apasionada, cargada de altos y bajos; solo encuentra el regocijo de descubrir el significado de cada uno de esos momentos.

Los rostros o las miradas se van conectando de unos a otros, Agustina le devuelve un sentido de perfección o también el desapego de aferrarse a moldes impuestos por su propia historia. Ella nunca se resigna siempre está detrás de los cambios, huye de los esquemas impuestos, solo intenta fluir en su arte.

En sus obras podemos encontrar miradas suaves que desequilibran el espacio. Hay miradas intensas que concentran quizás desagrado, contrariedad o una frustración indefinida. Los colores intensos ayudan a expresar los sentimientos profundos de unos ojos perdidos o también sacudir los propios silencios de las personas.