Por Alberto Sánchez

Navegando los mares

Había cumplido 15 años y cursaba tercer año en el San Buenaventura. Una mañana llegaron marinos luciendo un pulcrísimo uniforme blanco. El director del colegio, padre Miguel Gomila, nos comunicó que se trataba de una delegación de la Escuela Naval Militar de Río Santiago, ubicada entre las ciudades de Ensenada y La Plata.

Venían para charlar con nosotros porque a esa edad se ingresaba al primer año de la carrera. Además de ilustrarnos sobre el plan de estudios y otros detalles de tal disciplina militar, distribuyeron folletería muy colorida y técnica.

Al concluir la jornada todos contamos en nuestros hogares lo ocurrido y unos cuantos nos mostramos sumamente ilusionados. Sin embargo, los padres, con distintos argumentos, terminaron abortando la idea.

Nobleza obliga, lo que más entusiasmaba y alborotaba era el viaje de instrucción de quinto año en la Fragata Libertad, surcando los mares del mundo.

Mi papá no aceptaba que su hijo se fuera de Río Cuarto siendo un adolescente. Una cosa era, por ejemplo, ser alumno del Liceo Militar General Paz, en Córdoba, pupilo de lunes a viernes y otra, irse a vivir a dicha escuela naval distante 800 kilómetros.

Y recordó que un amigo suyo, el oftalmólogo Derdoy, estuvo a punto de graduarse de guardiamarina, pero no aguantó el orden interno militar y abandonó cuando restaban pocos meses para finalizar los estudios.

Así las cosas, un mediodía, cuando llegué a casa, ambos parloteaban en el living y, claro está, me sumaron a la conversación que, obviamente, giró en torno a la escuela de Rio Santiago. Todo había sido claramente planificado.

Derdoy me apabulló con los peores relatos y pálidas y papá arremetió con su postura de reprobación, advertencia, consejo y, en definitiva, del NO rotundo.  

Pasó el tiempo y sanó mi herida, hasta hace un par de días, cuando leí que el establecimiento educativo naval recibe inscripciones durante todo septiembre.

Suponiendo que quizás haya otro joven vivenciando lo mismo que, como una daga, atravesó mi corazón hace tanto tiempo, compartiré con ustedes un reciente reportaje de Infobae al actual director de la Escuela Naval Militar.

El contraalmirante Pablo Germán Basso -de él se trata- había ocupado distintos cargos. Fue oficial instructor de la promoción 2003 y acompañó a los cadetes en su viaje de bautismo en la Fragata Libertad.

Antes, en 1992, llevó a cabo su propia travesía en el velero insignia de la Armada. “Me tocó el año del quinto centenario del descubrimiento de América. Hicimos el mismo viaje que Cristóbal Colón desde Europa a América Central. El momento en que la fragata navega a vela y se escora para avanzar es una sensación única e inolvidable”, relata con pasión. En sus ojos se ve como si volviera a ese año en el que atravesó el Océano Atlántico. (Añado: y yo con él)

El ingreso

Existen tres formas: una, como cadete de la escuela de oficiales, con el secundario aprobado y menos de 22 años de edad. Otra, siendo profesional, para un curso de 6 meses llamado de integración naval. Esto hace que abogados, médicos o profesores de educación física, entre otros, puedan acceder a la Armada. Y la tercera es mediante un curso que permite que suboficiales se conviertan en oficiales.

En definitiva, la carrera dura cinco años. “Son cuatro de educación y el quinto es en la Fragata Libertad. El viaje es una gran experiencia y aprendizaje para quienes participan de la travesía”, sostiene.

En la escuela todo está reglado por horarios. “Es una forma de acostumbrarse a la vida militar”, enfatiza BassoMientras el cronista recorre las instalaciones, pasan grupos de cadetes de primer año al trote rumbo al almuerzo. La imagen es igual a las películas de Hollywood sobre los marines.

Antes de comer suena la diana, como también a la hora de levantarse de madrugada. Una cadeta es la encargada del instrumento de viento y se nota que aprende las notas a tocar con las jornadas de estudio en la escuela, mientras se prepara para recibirse.

Como ya apunté, la inscripción a primer año cerrará el 30 de septiembre. Los aspirantes afrontarán un examen académico que incluye matemática, física, química y comprensión de texto. En general, se presentan unos 900 aspirantes. Luego de ese primer filtro quedan 400, a los cuales se les realiza exámenes médicos psicofísicos.

El siguiente paso es el curso de un mes en la Escuela Naval para hacer una primera adaptación al estilo de vida castrense. “En primer año quedan unos 180 cadetes. Con el tiempo, algunos dejan la escuela porque no se acostumbran. En los siguientes cursos, hasta cuarto, hay entre 55 y 65 cadetes”, acota Basso.

Durante esa etapa, cobran un salario mínimo (a partir de octubre ascenderá a 271.000 pesos y en quinto año tienen sueldo de guardiamarina, el primer grado con el que habrán de recibirse. “Desde 2002 ingresan mujeres a formarse. No hay cupo para ellas. Hacen los exámenes en igualdad de condiciones. En la actualidad, en promedio, un tercio de todos los cadetes son mujeres”, dice Basso.

“Lo mejor de la educación, afirma el director, es que puedan realizar en la práctica lo que aprenden en las aulas. Todo lo que ven en las diferentes materias es bueno que lo puedan poner en acciones concretas”. Es por eso que la escuela cuenta con cuatro simuladores en los cuales los alumnos realizan lae puerto y navegación.

Los equipos son muy similares a videojuegos. En las pantallas se ve el puente de un buque y desde allí tienen que practicar la salida de un puerto como el de Mar del Plata o Bahía Blanca. “Los docentes tienen acceso a lo que hacen los alumnos. Le agregan diferentes dificultades como viento u oleaje para que ellos se enfrenten a situaciones parecidas a las reales”, subraya el contraalmirante.

En las pruebas participan alumnos de todos los niveles, uno en cada función y en cuarto año, como encargados de dirigir el barco. Son los comandantes virtuales del puente de mando. “Por ejemplo, en la salida de puerto a veces les aparece un barco en tránsito y tienen que respetar las normas marítimas de maniobras”, cuenta Basso.

Desde 2023, la Escuela Naval dispone de dos lanchas en las que el alumnado hace prácticas en el agua. Los fines de semana, las embarcaciones Ciudad de Berisso y Ensenada salen a navegar con 33 cadetes. Efectúan maniobras de salvataje, como cuando un hombre cae al mar u otro tipo de acciones que aprendieron en la teoría.

El buque tiene dos camarotes para cadetes y dormitorios de oficiales y suboficiales. “Nunca es cómodo dormir en los barcos. Hay poco espacio. Por eso, este tipo de prácticas es también una prueba para los cadetes de si están preparados para esta vida que eligieron”, puntualiza.

El contraalmirante Basso tiene su casa dentro de la Escuela. Allí transcurre la semana junto a 315 chicos que se preparan y quieren un futuro navegando. Un grupo de ellos cruza la plaza de armas al trote. Otros ya están embarcados en uno de los barcos escuela y se alistan para zarpar. Hasta el 30 de septiembre muchos tendrán la chance de anotarse para ser parte de la Armada. Una aspiración, en mi caso, irrealizable.

Como acotación, la Fragata Libertad es un buque a velas con gavias dobles y tres palos cruzados, el mayor, de 48,9 metros de altura. Cuenta con 6 guinches eléctricos para maniobrar las velas. Es emocionante ver a los marineros, antes de zarpar, trepados a las mismas y vistiendo las clásicas remeras azules y blancas a rayas horizontales.

La fragata se construyó en 1953 y botada tres años más tarde. Tiene capacidad para transportar 24 jefes y oficiales, 187 hombres de tripulación y 150 cadetes.

Lleva navegadas 800 mil millas, lo que es equivalente a 17 años en el mar, y en más de 35 viajes de instrucción, ha visitado unos 60 países y 400 puertos extranjeros.

Su antecesora, la Fragata Sarmiento, salió a surcar los océanos en 1898. Hoy es buque museo anclado en Puerto Madero y puede visitarse diariamente. Recorrerlo es sumergirse en un pasado de gloria y aventuras. Si vas a Buenos Aires, visítalo.

Había cumplido 15 años y cursaba tercer año en el San Buenaventura. Una mañana llegaron marinos luciendo un pulcrísimo uniforme blanco. El director del colegio, padre Miguel Gomila, nos comunicó que se trataba de una delegación de la Escuela Naval Militar de Río Santiago, ubicada entre las ciudades de Ensenada y La Plata.

Venían para charlar con nosotros porque a esa edad se ingresaba al primer año de la carrera. Además de ilustrarnos sobre el plan de estudios y otros detalles de tal disciplina militar, distribuyeron folletería muy colorida y técnica.

Al concluir la jornada todos contamos en nuestros hogares lo ocurrido y unos cuantos nos mostramos sumamente ilusionados. Sin embargo, los padres, con distintos argumentos, terminaron abortando la idea.

Nobleza obliga, lo que más entusiasmaba y alborotaba era el viaje de instrucción de quinto año en la Fragata Libertad, surcando los mares del mundo.

Mi papá no aceptaba que su hijo se fuera de Río Cuarto siendo un adolescente. Una cosa era, por ejemplo, ser alumno del Liceo Militar General Paz, en Córdoba, pupilo de lunes a viernes y otra, irse a vivir a dicha escuela naval distante 800 kilómetros.

Y recordó que un amigo suyo, el oftalmólogo Derdoy, estuvo a punto de graduarse de guardiamarina, pero no aguantó el orden interno militar y abandonó cuando restaban pocos meses para finalizar los estudios.

Así las cosas, un mediodía, cuando llegué a casa, ambos parloteaban en el living y, claro está, me sumaron a la conversación que, obviamente, giró en torno a la escuela de Rio Santiago. Todo había sido claramente planificado.

Derdoy me apabulló con los peores relatos y pálidas y papá arremetió con su postura de reprobación, advertencia, consejo y, en definitiva, del NO rotundo.  

Pasó el tiempo y sanó mi herida, hasta hace un par de días, cuando leí que el establecimiento educativo naval recibe inscripciones durante todo septiembre.

Suponiendo que quizás haya otro joven vivenciando lo mismo que, como una daga, atravesó mi corazón hace tanto tiempo, compartiré con ustedes un reciente reportaje de Infobae al actual director de la Escuela Naval Militar.

El contraalmirante Pablo Germán Basso -de él se trata- había ocupado distintos cargos. Fue oficial instructor de la promoción 2003 y acompañó a los cadetes en su viaje de bautismo en la Fragata Libertad.

Antes, en 1992, llevó a cabo su propia travesía en el velero insignia de la Armada. “Me tocó el año del quinto centenario del descubrimiento de América. Hicimos el mismo viaje que Cristóbal Colón desde Europa a América Central. El momento en que la fragata navega a vela y se escora para avanzar es una sensación única e inolvidable”, relata con pasión. En sus ojos se ve como si volviera a ese año en el que atravesó el Océano Atlántico. (Añado: y yo con él)

El ingreso

Existen tres formas: una, como cadete de la escuela de oficiales, con el secundario aprobado y menos de 22 años de edad. Otra, siendo profesional, para un curso de 6 meses llamado de integración naval. Esto hace que abogados, médicos o profesores de educación física, entre otros, puedan acceder a la Armada. Y la tercera es mediante un curso que permite que suboficiales se conviertan en oficiales.

En definitiva, la carrera dura cinco años. “Son cuatro de educación y el quinto es en la Fragata Libertad. El viaje es una gran experiencia y aprendizaje para quienes participan de la travesía”, sostiene.

En la escuela todo está reglado por horarios. “Es una forma de acostumbrarse a la vida militar”, enfatiza BassoMientras el cronista recorre las instalaciones, pasan grupos de cadetes de primer año al trote rumbo al almuerzo. La imagen es igual a las películas de Hollywood sobre los marines.

Antes de comer suena la diana, como también a la hora de levantarse de madrugada. Una cadeta es la encargada del instrumento de viento y se nota que aprende las notas a tocar con las jornadas de estudio en la escuela, mientras se prepara para recibirse.

Como ya apunté, la inscripción a primer año cerrará el 30 de septiembre. Los aspirantes afrontarán un examen académico que incluye matemática, física, química y comprensión de texto. En general, se presentan unos 900 aspirantes. Luego de ese primer filtro quedan 400, a los cuales se les realiza exámenes médicos psicofísicos.

El siguiente paso es el curso de un mes en la Escuela Naval para hacer una primera adaptación al estilo de vida castrense. “En primer año quedan unos 180 cadetes. Con el tiempo, algunos dejan la escuela porque no se acostumbran. En los siguientes cursos, hasta cuarto, hay entre 55 y 65 cadetes”, acota Basso.

Durante esa etapa, cobran un salario mínimo (a partir de octubre ascenderá a 271.000 pesos y en quinto año tienen sueldo de guardiamarina, el primer grado con el que habrán de recibirse. “Desde 2002 ingresan mujeres a formarse. No hay cupo para ellas. Hacen los exámenes en igualdad de condiciones. En la actualidad, en promedio, un tercio de todos los cadetes son mujeres”, dice Basso.

“Lo mejor de la educación, afirma el director, es que puedan realizar en la práctica lo que aprenden en las aulas. Todo lo que ven en las diferentes materias es bueno que lo puedan poner en acciones concretas”. Es por eso que la escuela cuenta con cuatro simuladores en los cuales los alumnos realizan lae puerto y navegación.

Los equipos son muy similares a videojuegos. En las pantallas se ve el puente de un buque y desde allí tienen que practicar la salida de un puerto como el de Mar del Plata o Bahía Blanca. “Los docentes tienen acceso a lo que hacen los alumnos. Le agregan diferentes dificultades como viento u oleaje para que ellos se enfrenten a situaciones parecidas a las reales”, subraya el contraalmirante.

En las pruebas participan alumnos de todos los niveles, uno en cada función y en cuarto año, como encargados de dirigir el barco. Son los comandantes virtuales del puente de mando. “Por ejemplo, en la salida de puerto a veces les aparece un barco en tránsito y tienen que respetar las normas marítimas de maniobras”, cuenta Basso.

Desde 2023, la Escuela Naval dispone de dos lanchas en las que el alumnado hace prácticas en el agua. Los fines de semana, las embarcaciones Ciudad de Berisso y Ensenada salen a navegar con 33 cadetes. Efectúan maniobras de salvataje, como cuando un hombre cae al mar u otro tipo de acciones que aprendieron en la teoría.

El buque tiene dos camarotes para cadetes y dormitorios de oficiales y suboficiales. “Nunca es cómodo dormir en los barcos. Hay poco espacio. Por eso, este tipo de prácticas es también una prueba para los cadetes de si están preparados para esta vida que eligieron”, puntualiza.

El contraalmirante Basso tiene su casa dentro de la Escuela. Allí transcurre la semana junto a 315 chicos que se preparan y quieren un futuro navegando. Un grupo de ellos cruza la plaza de armas al trote. Otros ya están embarcados en uno de los barcos escuela y se alistan para zarpar. Hasta el 30 de septiembre muchos tendrán la chance de anotarse para ser parte de la Armada. Una aspiración, en mi caso, irrealizable.

Como acotación, la Fragata Libertad es un buque a velas con gavias dobles y tres palos cruzados, el mayor, de 48,9 metros de altura. Cuenta con 6 guinches eléctricos para maniobrar las velas. Es emocionante ver a los marineros, antes de zarpar, trepados a las mismas y vistiendo las clásicas remeras azules y blancas a rayas horizontales.

La fragata se construyó en 1953 y botada tres años más tarde. Tiene capacidad para transportar 24 jefes y oficiales, 187 hombres de tripulación y 150 cadetes.

Lleva navegadas 800 mil millas, lo que es equivalente a 17 años en el mar, y en más de 35 viajes de instrucción, ha visitado unos 60 países y 400 puertos extranjeros.

Su antecesora, la Fragata Sarmiento, salió a surcar los océanos en 1898. Hoy es buque museo anclado en Puerto Madero y puede visitarse diariamente. Recorrerlo es sumergirse en un pasado de gloria y aventuras. Si vas a Buenos Aires, visítalo.

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